lunes, 12 de enero de 2009

MÁS DE ARIAS ARIAS

La aridez burocrática de nuestra escena.

Vimos crímenes, lesiones graves, suicidios, aventuras metafísicas, amores, todo llegó a las tablas como salido del freezer. Acabamos de ver "Una relación pornográfica" de Blasband, cuya versión cinematográfica causó alarma por su crudeza y que hoy, en su versión local, no va más allá de una picantona charla de café. Hacemos realidad, pero en otro sentido, la frase de Heiner Müller: el teatro es un hombre que agoniza ante un público que también agoniza. Recordamos haber sentido alguna emoción en "Obscena" de Calderón, Gayvoronsky, Lagisquet y Sanguinetti, particularmente en la escena de la mujer que muere en un hospital, que compite con lo mejor de "Un acto de comunión", de Vilo. También tuvieron calor y color "Las apariencias engañan" de Bernhard, "Hedda Gabler" de Ibsen, "Lejana tierra mía" de Rovner, "El mundo de Másimo" de Zagía, "El matrimonio P." de Lidell y "El beso en el asfalto" de Nelson Rodrigues. Como hay más emoción, casi, en cualquier filme norteamericano convencional, pese a lo ajeno del idioma, a los sempiternos clichés y a las lejanas circunstancias, como por ejemplo en "Antes que el diablo sepa que estás muerto" (Sydney Lumet), no nos extrañó la opinión de gente sincera, nada inculta, que oímos después de ver "Jaula de amor": no van más al teatro. El cable y el DVD son mejores alternativas. En una edición anterior destacamos lo mejor del año; transcribiremos aquí esas líneas como conclusión. Las mejores obras de autor nacional fueron "El mundo de Másimo" de Christian Zagía y "Obscena" de Gabriel Calderón, Luciana Lagisquet, Alejandro Gayvoronsky y Santiago Sanguinetti.

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