martes, 19 de agosto de 2008

Palabras de Lissardi

Ercole Lissardi es un maestro, gran escritor. Para mi sorpresa, fue a una de las funciones de Obscena el pasado fin de semana. Aquí está unas palabras más que generosas de su persona hacia nuestro trabajo. Si quieren leer más de él, no se pierdan los libros publicados por la editorial HUM, la editorial más interesante en Uruguay, no solo por su línea editorial -fundamental- sino tambien por su cuidado estético e impactante en las publicaciones.

Ercole Lissardi



El diario de un erotómano

(http://blogs.montevideo.com.uy/bloghome_10738_1_1.html)


Obscena


Obscena, de Gabriel Calderón, no tiene un gramo de desperdicio. Texto, puesta y actuaciones se conjugan para lograr un espectáculo de una intensidad erótica arrolladora y de una comicidad irresistible, pero que además deja sueltos los cabos justos como para que después del terremoto podamos cavilar, napas adentro, sus significados.

Cuenta a la vez –a la vez, literalmente, o sea simultáneamente- una historia y dos versiones de esa misma historia. En realidad Obscena vendría a ser la tercera versión de la historia básica, una versión que engloba las anteriores y las pone en tela de juicio.


La historia básica nos presenta, en 1978, en plena dictadura, a dos militares jóvenes, pareja homosexual, torturadores y asesinos. La esposa de uno de ellos, inválida, sospecha la realidad sexual de su marido y se desespera. La sirvienta, enamoradilla de su patrona, lleva un diario donde anota los secretos de la casa. Hay en semejante nudo de pasiones con qué despachar un melodrama morboso de gran calado.

El desarrollo de esa historia se entrelaza con las versiones posteriores de la misma. La primera versión narra cómo, en 1988, cuatro jóvenes teatreras, tan ingenuas como zarpadas, intentan poner en escena aquella morbosa historia tal y como la han derivado del libro que la sirvienta finalmente publicó. La segunda versión da cuenta de los esfuerzos, en 1998, de una directora uruguaya de cine porno (¡!) tratando a su vez de dar cuenta de los hechos, a su manera.


La tercera versión, Obscena misma, desde nuestro 2008, entrelaza la historia y sus dos versiones presentándolas por momentos alternativa y por momentos simultáneamente, en un batiburrillo trepidante que milagrosamente –o sea, gracias a la maestría absoluta de la puesta en escena- jamás deja de ser razonablemente claro y preciso o por lo menos de proponernos opciones de lectura razonables.


La clave de semejante delirio barroco es, como no podía ser de otra manera, el humor. ¡Y en qué dosis! ¡Y con qué variedad de registros! Los invito a resistir la comicidad de dientes chirriantes que, en la historia básica, marca la relación ambigua entre la patrona y la sirvienta, o el descubrimiento que hace la sirvienta de la condición sexual de su militar patrón. Los invito a resistir la comicidad deliciosa, sutilísima y re cachonda que envuelve a los ensayos de las chiquilinas que intentan poner en escena el drama diez años después, ya en democracia –muy especialmente los momentos en que tienen que ensayar las escenas calientes. Asimismo los invito a resistir la comicidad cabaretera, de brocha gorda, de revista porteña que resulta de los esfuerzos por realizar un porno uruguayo pero “diferente”, “de calidad”.


Las actuaciones –jovencísimos actores, llenos de fuego y convicción, con sus talentos explotados a fondo- no hacen sino agregarle polenta a la fuerza del argumento y a la audacia de la puesta en escena. Como si el mundo empezara hoy, y estuviera por inventarse el teatro y nadie supiera qué son los prejuicios, no hay aquí pudibundeces que vengan a cortarle la leche a historias que no por muy cómicas carecen de sentido profundo.

Confieso que en una primera impresión, saliendo de la función, me decía: “Y bien ¿cuál es el sentido, qué nos quieren decir estas tres historias entrelazadas? ¿Que la verdad de los hechos se diluye hasta desaparecer? ¿Se trata de la derrota de la memoria a través de las sucesivas rememoraciones? No es ninguna novedad. ¿Entonces? ¿Una apología del hedonismo que nos dice que si nos reímos con ganas y si la cachondería nos calentó un poco la sangre, en ese caso el sentido no importa?”. Un rato, confieso, pensé que esa era la lectura de conjunto, superado mi raciocinio por la intensidad del espectáculo.


Después comprendí que los sentidos profundos de Obscena transitan la fragilísima cornisa que separa la realidad sexual de las personas y las representaciones de lo sexual en las que por una u otra razón esas personas se ven obligadas a incurrir. Al comprender esto Obscena desplaza su eje de significaciones que -más allá de las sucesivas y desopilantes distorsiones de los hechos que conlleva cada nueva versión- ahora pasa por la violencia de un matrimonio en el que las identidades sexuales están desplazadas, fuera de lugar; pasa por la dificultad de unas muchachitas para representar situaciones sexuales de las que están absolutamente por fuera; pasa por la situación de dos actores porno que tienen que representar una escena que no les interesa en lo más mínimo, a la que le falta o le sobra aquello que en realidad desean. Este juego de representaciones del deseo frustrado, del deseo imposible, esta veta profunda de Obscena, es la que nutre y energiza a la cabalgata desopilante con la que nos seduce.

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2 comentarios:

Vachi dijo...

Mh, me da cierto pudor comentar algo, porque noto que la gente se reserva de hacerlo.

Pero quería decir que me gusta esto que publicaron de Lissardi, porque no tienen nada que ver con lo que yo saqué en conclusión cuando la ví (este domingo). No pensé que las tres historias estuvieran relacionadas para nada en cuanto a los argumentos.
Me gustó mucho mucho todo el laburo, me pareció que se rompieron la cabeza para compaginar todo y que se entendiera bien, con ritmo, osadía, fuerza, originalidad y vanguardia.
Bueno, por ahora sólo eso. Felicitaciones para todos!

Anónimo dijo...

vo, gabriel, podrías utilizar una letra más ob-scena por favor, que no se lee bien...
el fondo negro, el rojo bermellón, el tipo de letra y su cursiva es una tortura...
magali

 
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