martes, 30 de septiembre de 2008

Crítica de Humprey Inzillo en Rolling Stones



Aguafuertes Montevideanas
Publicado: 30.09.2008 | 15:34 en Debates

Fin de semana cultural en la Banda Oriental: Obscena, la nueva obra de Gabriel Calderón.

http://www.rollingstone.com.ar/weblogs/apuntes-domesticos/nota.asp?nota_id=1054931


Es sábado de noche y sobre la mítica calle Isla de Flores, en el Palermo montevideano, una tropilla de bohemios e intelectuales agota, una vez más, las entradas para Obscena, la nueva obra del joven y prestigioso director y autor Gabriel Calderón. La escena transcurre en un viejo galpón devenido a sala (de formación) teatral, frente a una serie de viviendas cooperativas en construcción. El humo del parrillero, con brasas especiadas por la música de Bob Marley, se cruza con el sonido de la cuerda de tambores, que desde hace más de un siglo aparece, como todos los sábados a esa hora, por esa calle.

El público ingresa a la sala oscura en grupos pequeños, guiados por jóvenes con linternas y mantas (que sirven para combatir el frío, o bien para darle visos de confort a la tribuna de madera). Las linternas hacen también las veces de ?seguidores? para los actores que, ya en escena, esbozan caras y bocetan situaciones de lo que vendrá.

Pero antes, se encienden las luces y el autor, junto a todo el elenco, advierte la disposición del espectáculo: no habrá aplausos. Bajo ninguna circunstancia. El saludo final es al principio, un gracioso intenta una ovación pero el cálido y respetuoso silencio general lo acalla, lo aplasta.

Obscena se propone narrar simultáneamente tres historias. Una violenta, sucedida en 1978. Una escatológica, que transcurre en 1988. Y una pornográfica, situada en 1998. Todo será mostrado. Todo junto. Y al mismo tiempo. Como en la experiencia de Marta Minujín en los 60: simultaneidad en simultaneidad. Son tres historias que se pueden entender independientes, o tal vez como la misma historia, una tragedia, que luego se repite entre excrementos, erecciones, eyaculaciones, exhibiciones... Detrás de esta hora, donde "Todo será mostrado", bajo el paso de los tambores callejeros que contaminan la música ad hoc de Silvia Meyer, hay cinco meses de ensayos diarios (previos), hay más de quince actores en escena que encastran en el engranaje de la simultaneidad con precisión geométrica y hay un auspicioso y acaso provocativo modo de narrar una historia (o unas historias) tensas, filosas, impactantes. Cuando todo ha pasado, cuando la frase final de Pasolini da por concluido el espectáculo, los actores conversan con el público en la tribuna. Ya no hay tambores en las calles, y sólo sobreviven, en la moquette, vómitos, sangre, semen. Restos escenográficos de una obra intensa, donde todo ha sido mostrado.



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Autor: Humprey Inzillo

viernes, 26 de septiembre de 2008

¿TODO SERÁ MOSTRADO?[i][ii]

Crítica realizada por Maria esther Burgueño en base a lo trabajado en su escuela de espectadores junto a Gabriela Braselli. Publicado en Caras y Caretas.


Los autores: Alejandro Gayvoronsky, Luciana Lagisquet, Gabriel Calderón, Santiago Sanguinetti.

El adjetivo que da título a la obra seguramente operará como atracción o repulsión para unos u otros. La obra que da contenido a este título es una reflexión inteligente y profunda sobre el fenómeno de la obscenidad, la escatología, la pornografía que no desdeña en absoluto el pensamiento de Corinne Maier, Baudrillard, Passolini, entre otros presentes en esta investigación que se convierte en una apasionante aventura teatral.

La premisa es no creer enteramente en lo que se anuncia. Habla de “tres historias”, la violenta, acontecida en 1978, la escatológica, de 1988, la pornográfica de 1998, contadas simultáneamente en 2008. Esto no es así. En realidad todas son versiones de la misma historia, la que parte del diario de una empleada doméstica, que trabaja en la casa de Richard, un militar torturador y su esposa paralítica, Ana. María Auxiliadora, la empleada, convierte sus observaciones en libro y ese libro atraviesa la pieza en diferentes versiones. Estas son la historia misma luego recogida en el libro, una obra de teatro de vanguardia, hecha por un elenco femenino que aligera la historia quitándole sus componentes brutales, y una película pornográfica de bajo presupuesto que la convierte en una trivialidad absoluta. En fin “la banalización del mal” de la que habla Hannah Arendt.

Tampoco es verdad que “todo será mostrado”. Por una interesante utilización de la iluminación, hay cosas esenciales que no lo serán.

El espectador es sometido, según la preceptiva teatral de Passolini, a ciertas normas que, por un lado aluden a su libertad de protestar, abuchear o marcharse, y por otra a la de no aplaudir, bajo ningún concepto. El efecto represivo de la trasgresión de este efecto convivial de algún modo sintoniza con el efecto también represor al que obliga la casi simultaneidad de las acciones de las versiones de la historia. Se podría cuestionar esta afirmación diciendo que el derecho de elegir qué mirar o que no, que escuchar o qué no es liberador. Pero excluye. O quizás elegimos excluir porque no es lo mismo ver un seno en cualquier edición de un show televisivo de cuarta que verlo en realidad, sobre la escena, con el cuerpo expuesto de una joven actriz o de un joven actor. Es la “peligrosidad” mítica del teatro, la de presentar sin mediaciones.

Pero nada es definitivo en esta puesta. También hay mediaciones cuando una cámara, manejada por un actor lleva a la pantalla no sólo la película que se supone que filma sino lo que sucede en las otras versiones e incluso su cara, señor espectador, que aparece por momentos boquiabierta en el panel de proyección.

Los aspectos estructurales son muy finos. Escribir bien no es solo un asunto de buenas intenciones. Aquí se colocan tres marcos, tres bordes, tres “escenas 0” que introducen cada una de las versiones de la historia: un militar que introduce los datos de la familia de Richard, el militar torturador, en una especie de nueva ficción; Dahiana, la hermana melliza de una de las actrices de la obra teatral de vanguardia, Tatiana situada literalmente fuera de escena, en un hospital donde agoniza, dando cuenta del peso de los fluidos corporales que aluden a la escatología y que se acaba de “devorar el libro” de María Auxiliadora y lo va a vomitar, como todo lo que come. El tercer borde lo constituye Mandy Dreams, un icono del cine porno que introduce la película “Ana la obscena”, diciendo que ama las producciones de bajo presupuesto, aunque no es ella la que actuará, sino Amanda y Ricardo, un joven actor que tiene problemas de erección.

Por supuesto, finalmente es Calderón, la obra contiene referencias intertextuales que van desde El extraño mundo de Jack, la película dirigida por Henry Selick, (La canción de Ana no es más que una reproducción de la canción de Sally), Imperio, de David Lynch, y las voces que, abordan el micrófono para acercarnos pensamientos de los teóricos que subyacen la puesta. Una de las preguntas clave que quedan flotando en el aire – a falta de aplausos prohibidos – es ¿Cómo violas cuando violas tu pudor?

A Obscena hay que concurrir más de una vez para disfrutar todo. Pero hay que hacerse preguntas previas. Algunas podrían ser: ¿Por qué tantas cosas se duplican o triplican? (las historias, las versiones de Ana, los militares Richard, Ricardo, (¿Dick?), Susy; las mellizas, las directoras o creadoras de las ficciones de segundo grado, los bordes, los vómitos, los penes, y así sucesivamente). Otra buena cuestión sería ¿qué función cumplen las preguntas que se le hacen al público en lugar del aplauso? Quizás no sería menor preguntarse por el papel de las linternas en el antes y el después de la pieza. El tema es tan polémico que en el escenario hay dos bibliotecas que representan, justamente, las “dos bibliotecas” que se propalan sobre el tema de la obscenidad. Pero acá hay una teatralidad sin vueltas, sin lugar para las señoras que describe Passolini en su Manifiesto teatral, sin truculencias y con un compromiso actoral de tal monto que, lejos de parecer lo que fue, en principio, la prueba de egreso del Instituto de Actuación de Montevideo, encontramos más valor y solidez que en muchos de los espectáculos profesionales de la cartelera. Aprovechemos para observar a algunos rostros que no tardarán en ser conocidos, porque Calderón siempre proyecta gente talentosa a la arena pública: Victoria Pereyra como María Auxiliadora, Verónica Dobrich, como Ana, Estefanía Machado, como la actriz porno, Victoria Novick como Susy, Bruno Pereyra como Richard, Clara Mello, en el difícil papel de Reinaldita, Carolina Nasser como Élida, y quizás no continuemos porque todos merecen un destaque especial en un desempeño que sólo yerra, por momentos, en lo vocal.

Mucha gente joven agota cada fin de semana de Obscena. Es justo.

La risa se mezcla con el dolor y la tensión: Es justo.

La visión sobre la violencia social escapa a todo estereotipo y asume un lenguaje propio de la edad de los creadores que no tienen ni 30 años. Es loable.

Nuestra nota no tiene posibilidades físicas de hacerle justicia.

Podemos darle un consejo: visite el blog www.gabrielcalderon1.blogspot.com

Podemos darle otro: reserve con tiempo que, por suerte, en tiempos ambiguos. Obscena agota.

María Esther Burgueño/ Gabriela Braselli



[i] Obscena: Autor: Gabriel Calderón, Luciana Lagisquet, Alejandro Gayvoronsky, Santiago Sanguinetti. Dirección: Gabriel Calderón. Elenco: Bruno Pereyra, Carolina Naser, Clara Melo, Estefanía Machado, Federico Bertrand, Ileana Silva, Lucía Santos, Lucía Tabárez , Victoria Pereyra, Verónica Dobrich, Jonathan Kurlender, Sofía Dabarca y elenco. Espacio Palermo. Sábados y Domingos a las 22 hs.

[ii] Este trabajo es parte del estudio realizado en la Escuela de Espectadores (escueladespectadores@gmail.com) por quien escribe y la Profesora Gabriela Braselli, quien es por tanto co autora de este trabajo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Entrevista con los directores de Obscena, Por Ana Laura Barrios


“Las escenas obscenas por excelencia son en las que nunca estaré.”

http://entretablas.blogspot.com/2008/09/entrevista-con-los-directores-de.html

jueves, 18 de septiembre de 2008

De Lucía Katz a Javier Alfonso

Este es un mail personal y des estructurado que Lucía- una espectadora que fue a ver obscena- le envió a el crítico de Búsqueda Javier Alfonso. Él nos remitió sus comentarios y con el permiso de ella es que los publicamos, que los disfruten tanto como nosotros. Abrazo


Hola Javi, cómo andás?,

Ahora que ya pasaron varios días desde que vi la obra, y que decantó
el impacto inicial, y después de ver el material que te da la idea de
todo el trabajo, la lectura y el tiempo que antecede a la puesta en
escena; ahora sí puedo pensar un poco.

Fue raro desde el inicio, porque el mismo director y escritores te
acompañan hasta las gradas, te muestran el camino en lo oscuro, te dan
una linterna, la manta, "esto se siente cálido" sentía yo, y me sentía
como en los campamentos del club de chica, cuando los líderes iban a
proponer un juego o una dinámica, la expectativa, la reticencia a
aceptar formar parte de algo que una no sabe que es.. pero igual me
arriesgo, "che, esto está bueno, se siente diferente, no?, estará
bueno?" yo pensaba... y la obra ni siquiera había empezado... o si?...

Luego Calderón se para frente a los espectadores, y realiza una
especie de discurso, lo que podría pensarse como una introducción o un
prólogo, pero de introducción y prólogo no tiene nada... parecía un
comandante en jefe al frente de su tropa, dando la cara, y respaldando
a su ejército: "la guerra va a empezar y yo me hago cargo, en este
galpón no hay lugar para los débiles, quien quiera retirarse puede
hacerlo", y yo pensaba "la mierda, ¿ya empezó la obra?, la mierda, y si
no empezó por qué tanta advertencia ¿a qué me están invitando a formar
parte?". A continuación este tipo pide que no aplaudan, "nene!!!, qué
decís?, yo aplaudo si yo quiero, ta?" pensaba yo...,lo obsceno ya había
entrado en escena, me cambiaron las reglas del juego, me estaba
resistiendo a la primera violación de la que estaba siendo objeto "a mí
nadie me dice lo que tengo que hacer, ta?"..., pero una acepta la
propuesta y dice "bueno, no puede ser para tanto"... lo único
predecible que es el aplauso del público lo quitaron del propio teatro,
lo ponen por fuera de la escena, ahora lo Obsceno es el aplaudir.

La obra habría que verla como cinco veces para poder captarlo todo,
las historias simultáneas hacen que pierdas el hilo, y ni te cuento los
vómitos de sangre, la mierda, las pajas, las mamadas, la rusa, la
violación, los golpes (me animo a decir que más de una cachetada fue de
verdad, o les salió muy bien); "el pene ¿es de verdad?" me preguntaba
yo sintiendo vergüenza de que mi única preocupación en ese momento, a
pesar de haber más de diez actores en escena, era si el actor se animó
a pelar en serio, y con esa sensación de "no quiero ver" pero sólo
atener a ponerme las manos en las orejas (la excitación sexual, el
asco, el miedo a que alguien que querés se muera)... y ahora en acto
una, vivencia (en público) cómo lo prohibido te captura, lo que se
supone privado te captura, el placer corporal, el asco, el dolor, los
olores (viste cuando al personaje que se le muere la hermana hace una
descripción de los olores), está todo apoyado en lo perceptual, en los
sentidos, pero saturado... y acá algo de psicoanálisis: te acordás
cuando me dijiste que en teatro uno hace un ejercicio distinto porque
por ejemplo en un escenario en donde hay una mesa y una silla todo lo
demás lo tiene que poner uno, ese "relleno" que hace uno es lo
Imaginario, es pura proyección... alguna vez te pasó de ver en directo
o en una foto a alguien a quien sólo le conocías la voz ya sea en
música o en la radio, y sentir una decepción tremenda y pensar "pero
este no es, no puede ser", esa decepción es la distancia que existe
entre la imagen que uno proyectó de esa persona y lo que la persona en
realidad es, lo Imaginario tiene la cualidad de totalizar, lo
imaginario puede ser visual, sonoro, un olor, lo imaginario puede tomar
la parte por el todo, satura, uno asume por el timbre de voz de
alguien que ese alguien es morocho, gordo y con bigote.
Lo Imaginario se anuda con lo Simbólico que implica a la función de la
palabra, al ser hablado por la palabra, es el lugar donde se puede
ubicar la diferencia, la oposición, la palabra permite poner distancia,
es reversible, y es desde donde no se totaliza, se va al rasgo, a la
parte.
Finalmente está lo Real, por definición, lo que no cesa de no
inscribirse, lo irrepresentable psíquicamente, llevado a un extremo: la
muerte, se supone que no existe representación psíquica de la muerte,
pues si se está vivo es porque nunca se murió, no hay forma de
inscribirlo psíquicamente (hay una frase de Paul McCartney que leí al
principio de una Mafalda que siempre me llamó la atención: "Juro que no
morí" me descoloca esa frase, es una tautología, decir lo opuesto es un
imposible).

Por qué todo este popurrí lacaniano?, creo que la ausencia de palabra
(simbólico) que acote, que ponga tope a la saturación perceptiva hace
al impacto y a la violencia que se siente al final de la obra, es que
una se queda sin palabras, no hay nada que tramite lo que se mostró, y
lo que se mostró que se supone obsceno viene dado desde afuera, supera
a la propia imaginación, porque se muestra lo que uno a veces ni
siquiera se atreve a imaginar, a proyectar...lo que supuestamente debía
quedar por fuera (lo Real) por su carácter "traumático" lo traen a
escena sin anestesia... si bien al final los actores se acercan en la
oscuridad con una linterna a preguntarte si querés hacer alguna
pregunta o comentario no hay tiempo real aún que te permita poner
palabras, es parecido a una nota de Crónica TV en donde el periodista
le pregunta a una mujer que acaba de ser atropellada por un tren "y
usted cómo se siente?"...

Pero cómo cuernos se hace para que todo esto no sea una exposición
gratuita?, al estilo de Hostel, en donde te exponen a tolerar lo
intolerable, porque esto para mí suena a otra cosa, el terrorismo de
Estado, la caca, la muerte, el sexo, la menstruación, a puerta cerrada
al menos, lo conocemos todos, lo curioso (y habría que estudiarlo un
poco) es por qué son estas las cosas que culturalmente elegimos dejar
por fuera y no otras.

Lo otro que me tiene mareada también es esto de una obra de teatro en
donde (como las historias se despliegan simultáneamente) una tiene que
elegir que ver y que no ver (es decir generar internamente las propias
obscenidades), y a su vez ( en las segunda y tercera) están
representando la primer historia, están eligiendo qué y cómo van a
mostrar el libro rojo, es como esas matriushkas rusas (se escribe así?
mi ruso no es muy bueno), se repite una cosa dentro de la otra
infinitamente, como la lata del polvo de hornear Royal o del pulidor
Bao. Una historia que se mete dentro de otra historia, y una desde las
gradas viendo como representan varias representaciones, se hace
infinito, pero hacia adentro.
Como paralelismo psicológico: uno cuando habla no habla, cuando hace
silencio no calla, sino que es hablado por el lenguaje y por lo
silenciado, uno siempre dice mucho más de lo que cree estar diciendo, y
las generaciones anteriores (padres, abuelos, bisabuelos) también son
habladas a través de lo que uno dice y no dice, la cuestión está en el
cómo, y creo que eso es lo que trae la obra.

El hecho de que las tres historias pasen con diez años de diferencia
hacen de las circunstancias lo paradigmático de cada década, y la
dictadura en lo setenta, mujeres en lo noventa, y porno a fines de los
noventa (no me acuerdo bien de los años), lo que en cada período debe
quedar puertas adentro es distinto, en psicoanálisis se diría lo No
Dicho, o Lo Negativo, lo que se hace presente pero con un signo de
menos (-), algo que está, que afecta, pero se hace como si no.

Las diferencias entre las tres historias:
Haciendo un paralelismo musical una vez escuché a alguien en la radio
decir que los noventa comenzaron con Nirvana cantando Smells like a
teen spirit y terminaron con Ricky Martin cantando Livin?la vida Loca;
y si uno piensa en la década del 70 Led Zeppelin, Santana o Lazaroff
(igual se tuvieron que morfar toda la música disco, no sé que tanto
llagó a Uruguay igual). ¡Ay, todo tiempo pasado fue mejor!
(envejecí treinta años con ese comentario).
Haciendo un paralelismo con literatura una vez en el History Channel
vi un documental (que le faltaba un poco de afinación pero que no era
tan facho) en donde contaban las circunstancias en que Cervantes se le
había ocurrido escribir El Quijote, parece que en ese momento abundaban
en la literatura cuentos pedorros de caballeros heroicos y su
preocupación era como estos cuentos estupidizaban a la gente, entonces
crea a este personaje que quedó tarado por leer tantos cuentos
estúpidos como crítica y advertencia acerca de la literatura de su
época. Ahora siglos después la preocupación continúa...reality shows,
Bailando por un caño o Rial hablando con toda seriedad ( como si se
tratara de encontrar la cura contra el Cáncer) acerca de las peleas de
qué se yo con qué se quién (me sé algunos nombres pero no los voy a
decir, me resulta obsceno mencionarlos).

Lo diferente está en el tratamiento que le dan en cada historia al
libro rojo, lo que en la primera historia podría ser un libro que
denuncia un crimen, violencia familiar, el terrorismo de Estado (qué se
yo?), en la segunda historia se destierra al libro de las
circunstancias y se habla de una violación, sexo genital y sometedor, y
se mezclan la representación a través de la obra teatral que ensayan y
lo no representado a través de la hermana que está muriendo, ella sí
toma el libro en toda su dimensión, pero esto no entra dentro del
ensayo sino que irrumpe cuando la hermana no puede seguir ensayando. En
la tercer historia literalmente se van al carajo con el libro rojo, un
milico que viene de la guerra a salvar un gatito?, todo en función de
mostrar una escena porno, el argumento no importa (te acordás de cuando
hablamos de las películas porno de la adolescencia que decíamos esto
mismo), hay que mostrarle sexo a la cámara, el lugar del libro se va
trivializando, llega un momento en que no importa.

Las semejanzas de las tres historias:
El discurso acerca del dominante y el dominado, quién tiene el poder?

Mujeres que no pueden hacer nada, salvo observar; hombres que pueden
hacerlo todo.
Las mujeres en la primera historia son una parapléjica, que se queda
en casa, que está imposibilitada de moverse, una empleada doméstica que
limpia, que observa, está solo como testigo escribiendo un libro.
Quienes ostentan el poder son los hombres, milicos, someten, matan,
golpean, violan. Acá lo real está más presente, la muerte se da por
asesinato,(sobre el final los milicos esconden un cuerpo bajo la
escalera), la inamovilidad de la mujer es real, está en una silla de
ruedas, y el hombre no es tan hombre porque quiere violarse al otro
milico en el baño. Se siente más crudo porque es un ámbito doméstico,
entre familia, y el poder viene dado desde las armas, desde el propio
Estado, quien domina tiene el poder total y quien es dominada esta
literalmente imposibilitada de moverse, no puede hacer nada. La vía de
escape en la historia es la mucama, la historia trasciende porque ella
observa y escribe un libro.

Mujeres uqe se las arreglan solas.
En la segunda historia son todas mujeres, incluso cuando hay que
asumir el lugar de un hombre en la obra que están ensayando lo hacen
las mujeres, da para pensar en todos los cuestionamientos que trae la
Teoría del Género, lo masculino y lo femenino como construcción social,
y como la cultura construye lo que es ser una mujer y un hombre en cada
cultura. Sobre todo en los noventa comienzan los cuestionamientos
acerca de qué es ser hombre y qué es ser mujer, (que nacer mujer u
hombre hoy no es lo mismo que antes, y desde que la mujer sale al
mercado laboral y puede ser proveedora el lugar del hombre en la
cultura queda cuestionado, y se genera esta ilusión de mujer
autosuficiente que no necesita del hombre, puede ganar su propio
dinero, puede tener hijos con inseminación artificial, puede tener sexo
con un consolador, bla, bla, bla). Sin embargo lo masculino y lo
femenino se hacen presente, la actriz toma el pene de plástico por la
fuerza, lo quiere para ella, y grita algo así como que "el hombre hace
lo que quiere porque tiene el poder" y viola a su víctima. Se mantiene
el discurso de que alguien tiene que dominar (quien tiene el pene) y
alguien tiene que ser dominado.
Acá los juegos dominador-dominado están mediatizados porque lo que
ellas hacen es representarlo en una obra de teatro, lo que irrumpe como
real es la muerte de la hermana, que detiene todo, el ensayo no puede
continuar, la pérdida irreversible se hace presente y ella no puede
seguir con la representación.

Hombres que son dominados por mujeres.
En la tercera historia el hombre está impotente, no puede tener una
erección, no puede ejercer su lugar masculino, quien logra hacer que
tenga la erección es la gran estrella porno, la mujer es quien ostenta
el poder es ella quien seduce y domina la situación. Pero está todo al
servicio de ser filmado, lo hacen para la cámara, "con amor" reclama la
directora, es como si reclamara lo imposible, hacer entrar al amor en
la película, y por algo el tipo no tiene una erección al principio.
Si no se filma no existe, y lo que irrumpe es que la cámara no filmó,
la escena deja de ser tal porque no quedó grabada. La muerte viene por
la ausencia del registro mediático, sino está en la tele no existe.

Tres historias contadas en el 2008, lo estético, la forma en que está
presentada, el manejo de los tiempos hacen difícil recomendar esto a
alguien que no fue criado en tiempos de la televisión. De todas formas
por fin le encontré sentido a todo ese tiempo que pasé frente a la tele
a pesar de las objeciones de mis padres, hay que ver el vaso medio
lleno, por lo menos no me pasó como a un(a) espectador(a), no sé quién,
que le agarró un ataque de tos en medio de la obra y la tuvieron que
retirar de las gradas, incluso después de uqe la llevaron para atrás
seguía tosiendo, estaba atragantada, hay cosas que hay que expulsar
hacia afuera, se ve que no se tragó la obra...

Ya me cansé, espero no haberte aburrido... por lo menos escribir esto
me acortó la tarde del domingo...,
Un beso.

Lucia.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Ana Laura de Entretablas.blogspot.com

Obscena: “Lo que ya no produce ilusión es muerte”*

“Para que una cosa tenga un sentido, hace falta una escena, y para que exista una escena, hace falta una ilusión, un mínimo de ilusión, de movimiento imaginario, de desafío a lo real, que nos arrastre, que nos seduzca, que nos rebele”[1]


¿Cuál es el límite de la representación teatral?¿Cuánto es necesario presentar y cuánto hay que representar dentro de las reglas de la verdad escénica? Este cuestionamiento marca la puesta en escena de Obscena y es la pregunta que los dramaturgos Luciana Lagisquet, Alejandro Gayvoronsky y Santiago Sanguinetti, bajo la dirección general de Gabriel Calderón, trataron de responderse a través del texto y su escenificación. La obra, que significa para estos tres jóvenes artistas el trabajo de egreso del Instituto de actuación de Montevideo, traslada concientemente varios planteos -más que respuestas- de la escena al espectador. Cuestiones que aparecen durante y posteriormente a una puesta que (más allá de entenderse como transgresora por su temática) se convierte en disparadora de reflexiones acerca del teatro mismo como herramienta expresiva. Así, el proceso creativo se transforma en una búsqueda que define la postura de una nueva generación de artistas teatrales.

Lo obsceno es un término que atraviesa diferentes acepciones: es todo aquello que ofende al pudor, como etimológicamente lo que no puede mostrarse en escena. Según Corinne Maier es un concepto inestable ya que cada cual aprecia la obscenidad según su subjetividad. El texto de Obscena cruza simultáneamente tres historias que abordan las vetas de lo obsceno en sus dimensiones de violencia, escatología y pornografía, dimensiones que se trasvasan unas a otras. Uno de los autores integrados por los dramaturgos en su investigación, Jean Baudrillard, define lo obsceno como lo más verdadero que lo verdadero, lo más visible que lo visible. El autor entiende que lo obsceno posee un porvenir ilimitado y, en ese proceso creciente y absoluto, el propio concepto choca con una herramienta (el teatro) que plantea sus límites precisos. Entonces, ante esta contradicción ¿cómo representar lo obsceno?

Al inicio de la puesta emergen las tensiones de una lógica de contradicciones necesaria para llevar adelante el juego escénico. En el abordaje de lo exacerbado se presentan paradójicamente reglas, límites al espectador a quien se pide que no aplauda ni al final, ni al comienzo de la obra: una violación, una imposición que fuerza al otro a hacer algo que no quiere. Dicha regla es un guiño a otro autor inspirador del texto, Pier Paolo Pasolini, quien en su Manifiesto 32 puntos para un nuevo teatro ruega no aplaudir y pide a cambio un diálogo sobre los problemas debatidos en el texto, diálogo que se hace efectivo al final de la puesta de Obscena, según sus reglas. Después de todo la escena es un juego, y estas reglas lo ordenan. ¿Las reglas de la realidad son diferentes a las reglas de la escena?

Lo cierto es que en la realidad lo obsceno lo invade todo. Lo real se ha vuelto hiperreal (más real que lo real). Según Román Gubern la obscenidad se hace presente, entre otras manifestaciones, en la imagen de lo cruel, en la espectacularización de la tragedia. No hay límites en el registro de lo real. No los hay cuando en un reality show una cámara muestra el dolor de una persona en el momento exacto en el que se entera que es víctima de una infidelidad, en la transmisión en directo de un suicidio o una masacre, o cuando los informativos toman en primer plano los cuerpos sangrantes y agonizantes de las víctimas de un accidente. Para Baudrillard las figuras de lo obsceno son las de la pérdida de la ilusión, del juego y de la escena,“el modo de aparición de la ilusión es el de la escena, el modo de aparición de lo real es el de lo obsceno[2]. El modo de aparición es donde radica la diferencia.

Bajo el anuncio “todo será mostrado” se inicia la representación, en la que los límites que conlleva decidirán hasta dónde llegará lo que se muestre.¿Qué será mostrado si lo obsceno es todo lo que no puede mostrarse en escena? Justamente caminando sobre ese límite la presencia de una cámara y una pantalla develan lo que ocurre fuera de la escena, descubren la simulación de situaciones obscenas. La cámara rompe con el fuera de escena teatral al ser los ojos del espectador en aquellos lugares vedados a los que no puede acceder y lo fuerza nuevamente a enfrentarse a una imagen. Así puede presenciarse una masturbación en el baño u observar a una chica que se retira un tampón que contiene su menstruación. La imagen de video proyectada en la pantalla, por su naturaleza, se convierte en algo fuertemente real que juega una pulseada con el sueño teatral. Sin embargo, todo sigue siendo un simulacro. Estamos ante una representación y no ante una presentación: “el arte no devela; es un velo. Al mismo tiempo escabulle y presenta algo más allá de lo que el espectador reclama ver: su maniobra consiste en dejar desear.”[3]

En una simulación más despiadada la misma cámara que registra la previa de una relación sexual en el marco de una película porno también filma la representación de la agonía de un ser humano en vivo y en directo, escupiendo sangre decididamente falsa. Se apela a lo grotesco y a la ironía, como en la escena de la felación o del zamarreo del militar hacia su empleada. Esa ironía, y ese estilo grotesco cumplen la doble función de oficiar como cuestionamiento de una realidad virtual de imágenes que exceden a la escena, y de permitir manejar el pudor de los propios actores, y el del espectador ante lo representado.

Se impone el simulacro: hiperrealidad versus la ilusión del teatro. “En realidad el porno sólo es el límite paradójico de lo sexual. Exacerbación realística, obsesión maníaca de lo real: eso es lo obsceno, etimológicamente y en todos los sentidos[4] . Baudrillard asegura que cuando no hay más ilusión lo que muere es la escena. Así lo obsceno desencanta y es su fin. Bajo este precepto, en la obra llegado el clímax de lo obsceno (relación sexual en vivo, violación, etc.) se define el límite de la representación para estos artistas. El apagón total aparece para salvaguardar esa ilusión teatral y lo representado se evoca sonoramente en la imaginación. Hay un coqueteo con lo real, hay un tránsito en el límite, para no transgredirlo sino para definirlo. Después de todo: “¿Dónde está la fuerza de la ilusión, si se extasía en resurgir nuestra vida cotidiana y en transfigurar nuestro lugar de trabajo?”[5]



* Jean Baudrillard, Las estrategias fatales

[1] Idem, Pág. 67

[2] Idem, Pág. 52

[3] Corinne Maier, Lo obsceno, Pág. 69

[4] Jean Baudrillard, De la seducción, Pág. 41




Daramaturgia y dirección de actores: Calderón, Lagisquet, Gayvoronsky, Sanguinetti.

Sábados 22 hs y Domingos 21 hs

Espacio Palermo, Isla de Flores 1626 esquina Minas

Reserva telefónica 418 68 67

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Crítica de Javier Alfonso en Búsqueda


"Obscena", de Gabriel Calderón, en el Espacio Palermo

Ese fuerte viento que sopla

Los espectadores ingresan en grupos pequeños. Linterna en mano, los acompaña un acomodador a través de la oscuridad hasta la grada de tablones, frente al escenario. Estamos en el Espacio Palermo, un galpón reconstruido a nuevo donde hasta hace dos años había un taller mecánico, en la cima principal de la calle Isla de Flores, entre sus dos repechos. Desde el año pasado funciona allí el Instituto de Actuación de Montevideo. El frío del lugar ha cobrado fama en tiendas teatrales, y no es leyenda. Es una verdadera heladera. Pero esta vez la platea recibe un cálido abrigo de la producción.
Es casi un lugar común hablar de experimentación e innovación en un espectáculo dirigido por Gabriel Calderón. Pero por más que suene reiterativo, estas dos cualidades tienen cero falta en sus producciones. Desde las pretéritas "Taurus" y "Las buenas muertes" hasta la demencia de dirigir 40 actores en "Antes/después", su obra se traduce una continua búsqueda visual, textual, espacial y sobre todo conceptual. En el acierto o en el error, en el disfrute o el rechazo, ya sea superficial o profundo, es una constante en su obra la creatividad y la preocupación por entretener al espectador, siempre entendido como protagonista.
Durante los 70 minutos que dura Obscena, el público oficia de iluminador del espectáculo, sufre una breve inversión de roles donde pasa de observador a observado durante unos segundos, es objeto de un discurso del director, debe tomar la decisión de acceder o no al inusual pedido de no aplaudir al final de la función, y sobre el final es invitado a dialogar con los actores, cara a cara sobre lo que acaba de ver. Esta decisión refuerza el concepto cada vez más vigente entre los creadores teatrales de que es el espectador quien cierra el círculo creativo a través de la interpretación. Una risa inesperada puede provocar que el director enfatice el tono humorístico en ese pasaje o le quite esa carga jocosa para evitar la reacción no deseada. Así, una pieza nunca es igual en el estreno que cuando baja de cartel.
Obscena es el primer trabajo profesional de la última generación egresada del IAM, integrada por 16 actrices y actores en su mayoría menores de 25 años. Como es habitual, el instituto dirigido por Gabriela Iribarren, María Mendive y Marisa Bentancur le encargó la dirección del espectáculo a un realizador consagrado en el medio local. Antes fueron Jorge Denevi, María Dodera, Imilce Viñas; esta vez es Calderón, quien tal cual lo hizo Sergio Blanco en Córdoba (Argentina) el año pasado, propuso un proceso de vampirización teatral con tres dramaturgos emergentes locales: Santiago Sanguinetti, Florencia Lagisquet y Alejandro Gayvoronsky (autor de "Santa familia" y "Bu, nadie tiene miedo") escribieron un relato cada uno, a partir de la consigna de la obscenidad aplicada al teatro.
Calderón alude a "lo obsceno" como "lo que queda fuera de la escena", lo que hoy no se muestra. Entonces el desnudo naïf, moneda corriente en cualquier quiosco o programa televiso deja lugar a la violencia doméstica e ideológica, el hostigamiento clasista, el racismo, la discriminación racial y la frivolidad como fin en sí mismo.
Calderón relacionó las historias y moldeó una puesta en escena simultánea donde las tres historias transcurren en el mismo espacio pero en diferentes épocas. Una historia violenta sucedida en el año 1978 (escrita por Gayvoronsky), en el marco de la dictadura, se transforma en una obra de teatro (por Lagisquet) bastante escatológica que se intenta montar en 1988, y que termina siendo el guión de una película soft porno rodada en 1998 (por Sanguinetti). Una historia doméstica ocurrida durante dictadura inspira primero una puesta en escena pretenciosa que al fracasar termina en un patético guión cinematográfico de clase z. De esta manera, Obscena parece denunciar cierta frivolidad, trivialización de los discursos y pérdida de compromiso en el arte contemporáneo. El aplauso aquí se vuelve obsceno. No hay nada que aplaudir, y esa imposición se vuelve extremadamente violenta para el espectador, que reprime su mayor vía de expresión dentro de una sala. No está obligado, claro.
Un elenco numeroso es naturalmente desparejo. Pero quien vea Obscena podrá anotar tres o cuatro nombres, como Victoria Pereyra, Verónica Dobrich o Lucía Tabárez. Estas tres actrices se merecen un aplauso que viole la veda de palmas. El texto es pragmático, seco, contundente. No sobra nada. Su síntesis lo asemeja a un guión cinematográfico, mucho más cercano a Jarmusch que a Tarantino, lo cual en este caso es una virtud. La puesta regala escenas memorables, como la de la agonía de Dahiana y deja espacio para la comedia, como la del rodaje fallido por ausencia de vigor o la imposible representación teatral de un acto sexual.
Las tres historias se superponen en un mismo decorado, lo cual exige un constante desdoblamiento e imprime a la pieza una intensidad dramática inusitada y ritmo vertiginoso. El mobiliario y la utilería son comodines que pasan de un episodio al otro como si allí se hubiera abierto un umbral interdimensional de banda ancha. Además, una gran pantalla complementa la narración con videos grabados y transmitidos en vivo desde el propio escenario. Sin embargo, esta riqueza visual se satura en el desenlace a grito pelado, que resulta abrumador. El caos impide la cabal comprensión de los parlamentos y allí queda la escena como si hubiera sido azotada por un tornado.
Obscena es un tormenta que sacude el galpón de Palermo y resiente sus estructuras. Pero el teatro queda en pie.

Javier Alfonso
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Javier Alfonso
Semanario Búsqueda (Cultura)

lunes, 1 de septiembre de 2008

Una Mala

(Para que vean, una mala opinión sobre la obra, salió en cartelera.com.uy. LA pongo porque realmente me parece GENIAL. Un abrazo fuerte a nuestro amigo Javier quien quiera que sea.)


Javier (35) / Calificación: () Mala

Nota de La Cartelera: advertimos que el siguiente comentario contiene alguna revelación sobre la historia que podría molestar a futuros espectadores.

Yo leo comentarios como los de Martin, que felicita a sus propios compañeros y a su "profe" (supongo que Calderón), y puedo entenderlo. Me asusta, pero puedo entenderlo. Me asusta que no haya el menor pensamiento crítico ni aún entre compañeros. Pero leo comentarios como el de Luciano (21), que dice que la obra "pone de manifiesto, todo aquello que realmente es (OBSCENO), y simulamos no saber e ignoramos" (!!), o el de María (38), que dice que es "una obra que tiene detrás una investigación tan rigurosa" (!!!!!!!)... y la verdad que no entiendo. Bueno, allá gustos y opiniones, es un país libre... Y no me vengan con que me sentí ofendido porque vi una chupada de pene en plena escena (créanme, he visto cosas mucho más shockeantes en mi vida, se necesita mucho más para ofenderme). Simplemente me sentí agredido y abusado como espectador, desde el momento mismo en que Calderón presenta la obra prohibiendole al espectador aplaudir, o diciendole que si alguien tiene deseos de irse ellos lo acompañarán gustosos hacia la salida... Qué manera de menospreciar la inteligencia del espectador como si fuera un nene chico que pudiera asustarse ante el cuco del "teatro transgresor"... Por Dios. Un griterío histérico y sin sentido de unos pibes que están aprendiendo a ser actores -con todo respeto- no hace a una buena obra, y mucho menos a una obra removedora o transgresora. Por Dios, vamo arriba. Un dramaturgo (o, peor, cuatro, como en este caso) deberían tener bien claro primero de qué quieren que hablen sus obras. No me parece que este haya sido el caso.

¿De qué trata esta obra? ¿De la dictadura? ¿De la homosexualidad reprimida? ¿De relaciones familiares viciadas (una constante en la obra de Calderón)? ¿De la industria porno? ¿Del estado de la nueva dramaturgia nacional? Creo que habla un poco de todo eso y de nada al mismo tiempo. Es una suerte de catarsis colectiva sin sentido que tiene al espectador de rehén hasta último momento. Te dicen que si querés podes quedarte a intercambiar opiniones con los actores cuando en realidad uno, que no quiere compartir nada con ellos, no tiene la libertad de irse salvo pisando a quien estaba sentado adelante y tropezando en la oscuridad.

¿Y dice el director que ensayaron durante CINCO meses? ¿Por qué? ¿Para qué? Gracias por este espacio para descargar.

 
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